En
el año 2006, tras un fracaso cultural y preso (posiblemente provocado por lo
primero) de un nacionalismo sin precedentes, decidí abandonar los estudios en
Italia y volver al país en el que había crecido, Venezuela, donde las cosas, a
pesar de ir mal en peor, podían, en mi visión de los hechos, resolverse desde allí,
porque la gente no podía ser tan mala, no podía ser todo eso que me contaban
mis tíos y abuelos italianos emigrados allí.
Enseguida
conocí a una muchacha bellísima y chavista, amiga de mi primo, hijo de adecos
pero, al igual que yo, bastante pluralista. Con ella empecé a salir e
intercambiar ideas, al igual que con los amigos de mi primo, niños de papá y
mamá cuya visión del mundo no iba más allá del este de Caracas. En esa misma
época ayudaba a Nani en su café en Bellas Artes, dándome acceso a una diversidad
de vagabundos, locos e intelectuales de izquierda muy interesante. Me parecía
que la vida no estaba tan mal y que la violencia, a pesar de las noticias, no
era algo que podría afectar y que Chávez, al fin y al cabo, no era tan malo
para el país.
Todo
cambió con el cierre de RCTV y el alzamiento estudiantil, quienes, por primera
vez, se levantaban en contra de los recortes a la libertad que proponía el
gobierno, y yo, preso del entusiasmo y mis ínfulas de periodista, salí a
marchar con mi Reflex para documentar todo lo que ocurriría, y allí, en medio
del meollo, me conmoví entre tantos gestos de alegría, de unión, de brío. Por
un descuido y la constante de mala suerte que siempre me acompaña, terminé
siendo el primer preso del día, desnudado y golpeado por la Policía
Metropolitana y llevado a la Guardia Nacional. Mientras iba por la autopista y
el poli bueno de turno, Gaviria, me decía que llamase a algún amigo porque no
era conveniente para mí que nadie supiese adónde me llevaban, me enteré de que todos
mis amigos patriotas y unidos se habían escapado a la primera de cambio sin
hacer caso a eso de leave no man behind.
Y al explicarles la situación y su gravedad, simplemente me explicaron que era
imposible ir para allá, que era muy peligroso para ellos, que no entendían cómo
terminé allí. Así que nada, opté por ir al otro bando, por llamar a mi primo
chavista, el pez gordo de la milicia, golpista y con influencia. Él no pudo
responder pero sí su papá que, claramente me preguntó “¿Y tú por qué estabas marchando
entonces?”, tras colgarme el teléfono sin una pizca de misericordia.
Al
final, gracias a mamá, mi tío, a la Embajada Italiana y a un primo PM, sumado a
un conflicto de poder entre militares y policías, pude salvar el pescuezo con
un sabor amargo, conociendo por primera vez mi mortalidad.
Tras
eso me entristecí. El Embajador me sentó en una silla y me explicó que tenía
que irme, que era lo mejor para mí, y yo, terco e idealista, le respondí que
muchas gracias por los consejos pero que seguiría luchando por el país pues, es
eso lo que quieren lograr, que tengamos miedo.
Yo
estaba inundado de un patriotismo enfermizo. Mandé a la mierda a mi amiga
chavista, por seguir siendo ciega ante los eventos, y ella la pasó mal por mi
injusticia. También mandé a la mierda a mis amigos y sobre todo al primo
chavista.
Pero
no mandé a la mierda el país porque hablando con los policías y los militares
que me insultaron, golpearon y robaron la cámara, entendí mucho más al país en
el que vivía.
Ese
diciembre, cuando Chávez perdió las elecciones, me quebré. Lloré todo lo que no
había podido llorar esos días que me escondí creyendo que podían venir a
desaparecerme. Lloré como un crío, borracho y sorprendido, esperanzado de que
todos esos golpes habían valido la pena, de que toda Venezuela valía la pena.
También es cierto que a esto ayudó el amor de una muchacha y el de su familia
entera, quienes me cuidaron, me alimentaron y me pusieron otra vez sobre mis
piernas, haciéndome partícipe de la maravilla del cariño.
Como
no quedé en la UCAB ni presenté en la Central para estudiar Comunicación
Social, que es lo que quería, y como papá estaba bastante molesto por seguir
dándole largas al asunto del título universitario, me inscribí en la Santa
María, una universidad donde el único requisito para estudiar es hacer el
depósito bancario.
Todos
mis allegados se burlaban de mí porque estudiaba allí, allegados que no tenían
mi bagaje cultural ni idea de su actualidad, todos pequeñoburgueses que creían
que una buena educación es la que se paga y tiene caché. Esto hizo que me
dieran más ganas de ir a la Santa María, donde, es cierto, el nivel educativo
deja mucho que desear y lo más triste, los estudiantes se creen ese prejuicio que les pone la gente y por ello no se
esfuerzan lo suficiente.
Allí
conocí amigos muy queridos y gente que demostró ser muy preparada. También
conocí a todo lo contrario pero no importa. El tema de la exclusión por “dónde
estudias” es una tara de nuestro clasismo. No importa si eres un idiota, si
escribes mal, si no has leído, si no sabes usar los medios actuales, etcétera.
Lo importante es de dónde vienes. Muchas veces me pasó tener que hacerle los
trabajos a mis amigos de la UCV o de la UCAB o que mis argumentos, mis
trabajos, mis debates, perdieran valor en el momento de mostrar mi carnet
universitario.
La
verdad es que, en términos generales, la educación en Venezuela es muy mala,
pública y privada, y se reduce a hacer dinero, a decir que sabes pero no a
saber, a mitos de pasillo más que a verdaderos eruditos. Hay excepciones, cómo
no, pero repito, hablo de términos generales. El caso es que eso no me importó
porque pensé, al igual que con Venezuela, que la Santa María podía ser
excelente en la medida que yo me exigía a mí mismo, y por ello me dediqué a
hacer los trabajos que me pedían y también a esforzarme por saber, por seguir
la actualidad del país, por cultivarme y seguir escribiendo, porque para
mejorar nuestro entorno tenemos que crear y dar el primer paso. Fueron años muy
bonitos, donde estas ganas de cambiar las cosas me llevaron no sólo a escribir
poesías y cuentos, pero también a apoyar bandas de rock como manager, sin tener
ni siquiera idea de cómo se hacía, y conquistando pequeños logros, conociendo
talentos ocultos, sin esa babosada de “talento nacional”, sin eso de “apoyarlo
porque es nuestro”, no, no, hablo de ilustradores maravillosos, como Matías
Toro y esos monstruos tan hipnotizantes, hablo de los cuentos pedantes y
geniales de Ronny Ruiz, del conocimiento político-económico de Alejandro Soler -¡qué
sabrosas discusiones!-, del talento para hacer de cualquier canción pegajosa de
Jesusito Fuentes, y por supuesto así fui a parar a José Ignacio, creador de
Domingo en Llamas.
Esto
por la parte cultural, pero en mi edificio, lleno de todas las clases sociales
tras una invasión, crecí con muchachos humildes que nunca han querido meterse
en política pero se han encargado de llevar vidas dignas y trabajadoras, sin
darse cuenta que es ésta la mejor forma de hacer política, a través del
ejemplo. Tengo un recuerdo que no se ha manchado de todos mis amigos del viejo
Residencias Nadar, hermanos mayores y menores que me enseñaron más sobre el
mundo que cualquier viaje.
Esos
días también fueron marcados por las visitas constantes a Pancho Massiani, en
su casa en La Florida, muchas veces con mi primo, Felipe Aznar, con quien crecí
y he aprendido sobre democracia, sobre ciudadanía y demás, en un proceso que
hemos hecho juntos, casi al igual que todos los muchachos de nuestra generación
que no están presos de una ideología demasiado fuerte.
No
sé en qué momento ese entusiasmo fue decayendo. Pasaron demasiadas cosas feas
juntas y yo fui separándome del entusiasmo por construir un país diferente.
Quizás fue que Los Chikibaby se disolvieron y fueron desagradecidos con todo el
trabajo que hicimos por ellos Alejandro y yo. Quizás fue porque mis amigos se
perdieron en la comodidad y otros en el abandono.
La
verdad es que todas las historias de violencia que uno escuchaba todas las
semanas deben afectarte de alguna forma u otra. Después me secuestraron y
después me cayeron a golpes unos motorizados. Así perdí la fe en Polichacao
(mis secuestradores) y en Polibaruta (quienes soltaron a los maleantes), y me
di cuenta que a nadie le importaba nada más allá de la telenovela de la vida,
que no se creía en un país, que toda la policía es igual, de oposición o del
gobierno, que el venezolano es injusto por naturaleza.
No
sé qué ocurrió pero hizo que no pueda creer en un futuro mejor, ni con Capriles
ni mucho menos con Chávez, porque veo la historia en un bucle, que se repiten
los errores, se lanza la tinta en la misma mancha.
A mi
amiga chavista le pedí perdón tres años después, hace poco, porque aquí me di
cuenta que el odio que habían lanzado en mi contra, se me había quedado pegado
en el cuerpo y que ella, por pensar de otra forma, no era culpable, al menos no
más que yo, cómodamente tranquilo frente a los ranchos.
No
por eso soy menos ciudadano, como muchos llenos de odio quieren pensar. Me
siento venezolano y también italiano. Nunca me sentiré tan cómodo en otra
lengua como con el español criollo pero Venezuela me rompió el corazón con todos
los rostros de odio que se voltearon hacia mí y que arrasan de injusticia
nuestro alrededor, aquellos mismos odios que sigo viendo en las redes sociales,
esas segregaciones, esa necesidad de romper.
Sigo pensando que los cambios sociales dependen en gran parte de la reacción individual, así que si se quiere ir hacia un cambio, hay que empezar por nosotros, y yo recomendaría la empatía en primer lugar. Qué fastidio que te digan que en Venezuela los malandros te digan que no eres venezolano por tener pasaporte italiano y que ahora amigos, estudiados y crecidos junto a mí, me digan que soy menos ciudadano que ellos porque me fui. Parecieran pensar que en el exilio uno no siente, como si no nos doliese ser de tantas partes y de ninguna, desencajar irremediablemente.
Espero mas no creo en un lugar mejor, al menos no para mi generación, y me duele aceptarlo porque preferiría vivir en Caracas, en la ciudad que soñé en el 2006, cuando me fui solo a cambiar las cosas sin saber que las cosas me iban a cambiar a mí.
Giulio Vita
http://www.youtube.com/watch?v=C_S5cXbXe-4
ResponderEliminarSiempre me he admirado por tu objetividad, a pesar de tu notoria juventud. No obstante, a pesar de tus vicisitudes, siento que te faltó percibir con más ahínco lo que ha sembrado el chavismo en la población. Todo, lo malo de ellos y lo malo que ha despertado en nosotros, ha sido producto del mismo problema. Tengo fe que cambiaremos para bien, sin resentimientos, sin rencores ni odios castrantes. Hace falta mucho valor, mucho coraje para que tengamos una nueva población que conviva en armonía y santa paz. Con verdadera fraternidad. Cariños. @elsaygr
ResponderEliminarDude, este escrito es uno de los que más me han conmovido (por así decirlo), la manera en la que describes la "involución" y la situación actual de la sociedad, la cual se acerca mucho (si no exactamente) a la realidad del país, y creo que eso lo sienten muchos. Una pena sinceramente por el país y el camino hacia donde va con este "proceso". Espero que se pueda cambiar la mentalidad del país, antes de que sea demasiado tarde.
ResponderEliminarGracias. Yo creo que la única forma para que cambie es que se empiece un proceso individual para contagiar al colectivo.
EliminarUn abrazo
Que realismo! y que poca magia se ve en la realidad...
ResponderEliminarAunque suene a eco, me haz conmovido.
Yo naci en Caracas, pero por cuestiones de una vida tan loca y dispar, he vivido en Punto Fijo, Falcon, si alla, donde dicen que es puro "monte y culebra". Cada cierto tiempo visito Caracas, la visito con amor, con ilusion, no obstante quizas desde el 2008 podria decirte que Caracas es bellisima, pero cuando te vas... El caos, el desorden, la sobrepoblacion se ha instalado definitivamente, y en cualquier sitio, se puede ver una barriada, un sin fin de cosas, que mi raciocinio no acaba de procesar.
Lo de las universidades, no pudiste acertar mas, aunque quisieras. En esta sociedad, no importa realmente, o no se mira mas alla de como obtener dinero. Donde estudias es lo mas importante, no la persona y lo que produce.
A pesar de lo que te digo, He pensado realmente en proseguir los estudios en la capital, a ver, que tal me va...
Ironico, que la politica nos domine tanto, que nos infecte con el fanatismo, que personas vean a un presidente como un rey o un dios, que vean la fe, o la esperanza como algo infalible...
Disfrute mucho este post
Un beso desde Vzla.
Estimada Marlene,
EliminarMuchas gracias por todas tus palabras y haber tenido el tiempo en leer este blog. Me alegra haber podido llegar a alguien como tú.
No te respondo en todos los comentarios pero he leído cada uno de ellos. Podemos mantenernos en contacto, si te apetece.
Te aconsejo que des lo mejor de ti en tu tierra y cuando tengas la oportunidad vayas afuera, para ver otras cosas, para ver en perspectiva, para ver.
¡Un abrazo grande!
Estuve viendo uno de tus cortometrajes "El detectivé nuà"
ResponderEliminarExcelente giro al final, eso de escribir es cafes, lo consigo muy personal. y a quien no se le ha escapado algo indiscreto(valga la redundancia) en publico? muy buen guion.
Tu blog esta buenisimo, sin duda una mirada sincera hacia nuestra sociedad, la cultura, y la que mas decir, la vida.
Por supuesto que me apetece poder mantenernos en contacto.
Mi correo es: marlenemariana27@gmail.com
Gracias por el consejo, muy acertado por cierto.
Un beso y un abrazo desde Vzla.
¿que más se te puede decir? Yo me fui de Venezuela en el 2005, detras de una chica, a Londres. No queria volver a Venezuela mas nunca, y crei que asi seria. Luego todo se fué a la mierda con ella y me fui a España, en el 2006, mientras estudiaba un curso de educación continua en odontologia. Trabajaba mucho, y disfrutaba poco, y eso unido a que despues me quede sin trabajo un tiempo, me habia quedado sin el dinero suficiente para renovar mi visa de estudiante, a pesar de haber pagado ya el curso y tener que regresar a Venezuela en Diciembre del 2006. 2 dias despues que ganara Chávez. Recuerdo que estaba en Amsterdam y pensé en quedarme ahí de ilegal o a pedir asilo, pues ya estaba en la lista de Tascón. Mi madre me convenció de regresar. Pensé que si no veia las noticias seria feliz, si no me involucraba en nada, mi vida seria igual, total, Globovisión le mete a uno mierda en la cabeza y VTV también...JAMÁS DEBI HABER REGRESADO A VENEZUELA. Debi haberme quedado en Amsterdam y pedir asilo o en Londres...afortunadamente la vida me dio una segunda oportunidad y me he podido ir de nuevo. Pero Venezuela ( ni América Latina) tienen salvación. Lo mejor que le puede pasar es que exterminen a todo el mundo y volver a empezar. Ese continente no tiene esperanzas.
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