Julio Cortázar revolucionó la literatura desde el juego y la perspectiva del
lector. En toda su obra analizó lo lúdico y lo puso en práctica, dándole una
importancia tal que llegó a hacer filosofía con sus conceptos y creó matices,
tanto en la forma de su literatura como en el contenido, que no se habían
descubierto antes que él. Hasta el final de su vida, cada cuento, cada novela,
fueron una tesis de lo que se podría llegar, intentando buscar los límites de
la literatura y desenredarlos a su antojo, en esa búsqueda insaciable por la
forma.
Los
sesenta fueron años decisivos para la humanidad, gracias a que estuvieron
llenos de revoluciones y contrarrevoluciones, de marchas de paz y de guerras
por todo el globo, y más allá de eso, por primera vez, el ser humano actuó como
un colectivo sincronizado inconscientemente: los estudiantes de todos lados del
mundo se hicieron la idea que podían cambiar las cosas tomando las calles.
Estos ideales fueron iguales en todos lados a pesar de que las luchas eran por
diferentes razones en Estados Unidos, México, Francia, Italia, entre otros.
Esta
época de gran ebullición despertó a los artistas de la época a preguntarse si
ellos también podrían salir a la calle, si ellos también podrían ir en contra
de lo establecido con sus áreas de interés, de crear la revolución que soñaban
con el oficio que amaban.
Por
un lado el boom latinoamericano sacó
del pensamiento colectivo que en esa parte del mundo eran todos selváticos, sin
por esto traicionar a sus raíces y gracias a las plumas de García Márquez,
Vargas Llosa, el recién fallecido Carlos Fuentes, Julio Cortázar y muchos otros
autores que han dedicado a través de la forma, una literatura diferente y
maravillosa, como la Amazonia misma.
De
todos ellos, para mí Cortázar fue aquel que aportó más al lenguaje
cinematográfico, precisamente al arte del montaje. Fue Cortázar quien buscó en
la forma crear siempre ambigüedad y jugar con el lector para enriquecer el
subtexto y la experiencia misma de la narrativa, logrando en su obra capital, Rayuela, el mayor juego narrativo entre
escritor y lector, gracias al nexo íntimo que crea desde el principio.
Jean-Luc
Godard dio su primer paso en la industria cinematográfica como crítico en la
mítica Cahiers du Cinema, donde
conoció a sus colegas que luego, cuando se cansaron de criticar considerando
que era hora de demostrar, serían considerados la Nouvelle Vague, un movimiento que buscó romper todos los moldes que
vivía el cine de la época y explotar todo el potencial que contenía el
cinematógrafo.
En
este sentido, fue Godard quien respetó más estos ideales, quizás por su
carácter reaccionario e inquieto, siempre a la búsqueda de más límites que
destrozar. Todo el trabajo de Godard, desde su À bout de souffle hasta Film
Socialism es una tesis cinematográfica tras otra, estudios filosóficos que
utilizan la luz para apaciguar la inquietud de un hombre que busca, sin otra
necesidad que la de buscar.
De
hecho, muchas de las decisiones dentro del cine de Godard no están estudiadas
con antelación sino que recoge lo que le ofrece el momento y así busca darle un
sentido. Bajo esa misma dirección revolucionó el cine, sobre todo a través del
sonido y del montaje, olvidándose de lo correcto y lo incorrecto, jugando con
las imágenes y la reacción que producían juntas.
París
era un punto de encuentro para escritores, artistas plásticos, cineastas y
demás famas. Fue allí probablemente donde Godard conoció al imaginativo de
Cortázar y habrán compartido ideas maoístas que tan de moda estaban entre los
intelectuales de la época.
Sea
como sea, a partir de este encuentro, Godard decidió insertar en su trabajo el
de Cortázar, y rueda en Week-End un
maravilloso plano secuencia de cinco minutos con el que retrata La autopista del sur, y así, cineasta y
escritor, crecen, compartiendo, queriendo o no, en sus trabajos, imágenes,
nombres de pintores, ideales, cantantes de jazz, y sobre todo esa necesidad,
esa angustia perceptible por seguir buscando.
Godard
también utilizó al juego y al amor, con chistes a veces demasiado personales
para que todos accediéramos. En Week-End,
por ejemplo, los personajes encuentran a Emily Bronte, y la queman con sus
encendedores, dándonos a pensar en una crítica a la literatura, pero algo así
no se repite en toda la cinta, y los personajes siguen yendo por situaciones
que parecieran inconexas hasta que nos adentramos en esta rayuela que nos
propone el director.
Cortázar,
por su parte, también utilizó la agresividad política de Godard en su última
novela El Libro de Manuel, donde
juega con la metaliteratura, en una especie de novela/documento político de la
época, un gran periódico izquierdista de aquellos años que recopilaba la
situación actual en Europa y América Latina. Muy parecido a 2 ou 3 choses que je sais d'elle, de
Godard, obra política y radical, tanto por la temática como por la forma de
metaficción y muchos recursos del documental. Así que en esos maravillosos
años, cada uno aportó al otro de alguna forma, y lo único que pesa es que no se
hayan sentado nunca a crear una obra en conjunto, aunque quizás habría sido una
traición.
Rayuela pasa a través del lector como
una película, no en el sentido moderno de esta descripción, surgido sobre todo
cuando el escritor tiene más que ver con lo visual que con la literatura,
decepcionando bastante al lector, sino por su manera de montar. Cortázar, con
su manivela desafiante, corta y pega de manera arbitraria, ejercitando la
atención del lector, retándolo, invitándolo a entrar y una vez que lo tiene
dentro, plantarle dudas, para que al final de la novela se queda con un montón
de preguntas que satisface con otro montón de sensaciones maravillosas que sólo
se pueden alcanzar en plenitud cuando estamos ante una obra maestra.
Lo
mismo ocurre con Godard en sus trabajos, más precisamente en Le Mepris o Vivre sa vie, trabajos en los que Godard utiliza su pretensión de
escritor con diálogos irreales que sirven en contraposición a imágenes que
narran otra cosa, y así juntas, explican el todo y también abren la duda al
espectador, un espectador que, como describiría Cortázar, tiene que ser igual
que un “lector macho”, involucrado en la experiencia de la película y con sus
sentidos desmenuzando tanto el discurso de la forma como el del contenido. Y
así Godard corta y pega sus fotogramas aleatoriamente, sonriendo satisfecho al
lector/espectador, saboreando la victoria de plantar dudas sin responder,
esperando que desde la butaca empiece el debate y que siga en los cafés por
semanas.
Por
eso las obras de estos dos personajes no sólo siguen siendo actuales sino también
novedosas y rompedoras. Estas películas y libros tienen la capacidad de no ser
devoradas por los movimientos posteriores. El cine no debe desglosarnos todo ni
limitarse a retratar. Mucho menos la literatura. En estas artes maravillosas y
necesarias, el autor tiene la tarea de poner su punto de vista ante el
espectador/lector y no dejar nunca la búsqueda, porque las posibilidades son
infinitas. Sólo los mediocres se excusan con que todo está hecho. Esa tiene que
ser nuestra lucha, con cámaras como fusiles y palabras como balas, para
disparar la inquietud y la necesidad, cualidades imprescindibles en un artista.
No podemos perder la cualidad política, intrínseca en la condición humana, ni
mucho menos si estamos ante la difícil de crear. Debemos, al igual que Godard y
Cortázar, ser sinceros con nosotros mismos y con nuestra sociedad, y desde esa
verdad nuestra, liberar de todo letargo a los otros seres humanos.
Giulio Vita
Como hacer un comentario que este a la par con esta entrada? Cuando se nombra a Julio Cortazar, deberia hacerse un silencio... un redoble de tambores, una plegaria y quizas fuegos artificiales. Es un verdadero genio, ayer estuve escuchando varios de sus cuentos, narrados por el mismo, contando anecdotas personales, y casi lloro. Que mejor maestro de lo inaudito, del simbolismo literario, de la vida, del ridiculo pesar de las horas y de las alucinaciones a las que nos sometemos al pensar... Sin embargo no conocia a Godard, me suena al dinosaurio de ruggrats (serie de dibujos animados de mi ninez). Voy a investigar un poco sobre este cineasta.
ResponderEliminarGracias por el post.
Marlene M. Izquierdo Osorio
De Godard está lo básico: "Al final de la escapada", su primera película. Después hay cosas mejores: Pierrot, el loco; El Desprecio (con Brigitte Bardot y Michele Piccoli); Vivir su vida; Week-End (donde hace una secuencia de cinco minutos para retratar "La Autopista del Sur" de Cortázar, es la foto final del artículo). Y aquí te dejo un pequeño estudio sobre Godard y Cortázar: http://youtu.be/NP9V0hDJ7HA
ResponderEliminarUn abrazo!