Paraguay: otro golpe de estado en América.



Fernando Lugo ha sido destituido de Paraguay por un juicio express después de hechos que todavía no están completamente esclarecidos y, en todo caso, no parecen justificar un atentado contra el voto de la mayoría. Y en cambio se escuchan voces como "debería pasar con Chávez" o "eso es lo que hace falta aquí", perdiendo el punto de que deberíamos haber superado los golpes en América Latina, porque no podemos permitirnos volver a pagar el precio de los gobiernos que no tienen el consentimiento del pueblo.


Los países latinoamericanos han sido, durante la historia de las repúblicas, focos de conflictos políticos, en gran parte debido a sus codiciados recursos y por otro lado la falta de madurez por parte de los pueblos para adaptarse a un modelo económico occidental.

Influenciados por la fuerza de nuestras naturalezas cambiantes y agresivas, actuamos de forma impulsiva y nos adaptamos al presente tal como va viniendo. Esta falta de organización planificada (porque, no hemos de olvidar que nuestro desorden tiene una organización así sea inconsciente) nos ha llevado hacia dictaduras y democracias corruptas, ocasionando injusticias y matanzas, así como la destrucción de gran parte de nuestros recursos naturales. 
Hemos permitido el intervencionismo creyendo que así seríamos más prósperos o más occidentales, sin saber que nuestras tribus ya vivían de manera próspera, sin tanta rapidez pero también sin tanta miseria.
Nuestros nacionalismos siempre han ido de la boca para afuera: no soportamos que alguien nos hable mal de nuestra tierra o nuestras cosas pero no actuamos en consecuencia para hacerla mejor. 
Hemos sido nosotros, los ciudadanos, desde siempre, los culpables de la falta de progreso en América, porque preferimos el inglés aunque no lo admitamos, y por eso plagamos nuestro lenguaje con anglicismos; compramos ropa extranjera en vez de promover el producto interno, no conocemos nuestros orígenes indígenas ni africanos, y seguimos atados a una idea que las colonias instalaron y nunca se fue del todo. Todo esto sin hablar ese doble filo que tiene el patrioterismo de apoyar a todo lo nuestros "porque es nacional" dando paso a la mediocridad, cuando en realidad para que el progreso exista, necesitamos espíritu crítico y motores que busquen siempre la excelencia y no se conformen.
Y no nos engañemos: a esta idea están atadas las clases más populares como las más ricas.

Este rechazo ha sido lo que ha permitido los grandes desastres en nuestros pueblos. El cambio por supuesto que es posible pero necesitamos responsabilizarnos primero como individuos y dejar de mirar a los países mal llamados de Primer Mundo como si fueran mejores que nosotros. En ellos, sobre todo en estos tiempos, se ha demostrado que no son sostenibles y necesitan el dominio de otros para poder subsistir, mientras que América tiene todavía recursos suficientes para convivir en completa paz sin destruir nada.

A principios de este siglo comenzó una corriente de izquierda que se necesitaba y ha intentado, poco a poco, exponer este punto de vista, a pesar de que ha caído, en muchos casos, en la corrupción por no tratarse de ideologías puramente sinceras. Gracias a ellas, sin embargo, por lo menos en Venezuela, hemos logrado estar más conscientes del otro: la clase alta ha sido consciente del poder la clase obrera, la clase obrera ha sido consciente de la posibilidad de cambio, siendo la clase media, por su grupo reducido, la más afectada en estos enfrentamientos. Enfrentamientos, en todo caso, necesarios, en una sociedad que ha vivido desde hace tanto tiempo bajo el yugo del otro.

El chavismo, en Venezuela, ha hecho que los jóvenes opositores saliéramos a marchar en contra y sobre todo, a la necesidad de que sólo a través del voto se consigue un cambio (a pesar de que muchos todavía apoyan la idea anacrónica de un golpe de Estado). La Venezuela de antes de Chávez no era una sociedad justa. Tampoco la de ahora. Pero en este momento somos más conscientes de los sesenta años de democracia corrupta y de estos quince de socialismo equivocado.

Lamentablemente, no logramos el modelo de Lula, en Brasil, quizás porque él y su partido sí creían sinceramente en su país y sintieron tal orgullo que promovieron leyes que actualmente favorecen al producto interno bruto y también las hicieron una realidad. En Venezuela, con el chavismo, esas leyes también se firmaron pero mutaron en trampolines para seguir haciendo trampas y más bien degradar el producto interno.
Lo que quiero decir, poniendo estos dos modelos en comparación es que el hecho de que el chavismo no esté funcionando, no significa que el socialismo es un error y que el capitalismo salvaje nos salvará de todo mal pues, el mundo ya empieza a resentirlo.
Cuando entra un proceso de cambio en cualquier nación, y falla, la gente supone que hay que deshacerlo todo y recomenzar. Yo creo que esas soluciones son violentas y contrarias al espíritu de lo que entendemos como democracia.

A todo esto, no soy paraguayo y no conozco internamente la política allí, mas no puedo aceptar, ante ningún escenario, la destitución de un presidente elegido democráticamente, porque quiere decir que seguimos sin poder convivir entre todos de forma justa.

Giulio Vita
@elreytuqueque

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